Antonio Herrera Casado, Cronista Provincial de Guadalajara,
nos presenta en este artículo los escudos de armas de
algunas de las familias hidalgas de Hita. Este tema está tratado más ampliamente en su
libro «Heráldica de Hita».
La villa de Hita es uno de los lugares
más interesantes de la tierra de Alcarria, y ello por muchos motivos. Uno es por su
historia, larga y preñada de acontecimientos de relieve. Otro es por los personajes que
albergó a lo largo de los siglos, muchos de ellos cruciales en el devenir de la nación
castellana. Y un tercero, en fin, por la fama que ha cobrado al calor de quien fuera su
Arcipreste y poeta, de aquel Juan Ruiz que dio al mundo su «Libro de Buen Amor».
Hay entre las casas de Hita escondido un pequeño/gran tesoro: entre las sombras de los
muros de sus templos, mezclado en las ruinas y confundido en los recuerdos: son los
blasones tallados en piedra de quienes fueron sus señores y sus hidalgos. Es un tesoro de
mil facies, todavía por descubrir en su definitiva dimensión, y que nos habla, aunque
con letras minúsculas, de un pasado esplendoroso, vibrante, único.
Esta palabra minúscula, visual tan sólo, es sin embargo el perfecto complemento de la
Historia que con mayúscula escribe Hita con su silueta cada día. Para el viajero que
pasa por Hita quizás no dirán nada estas viejas piedras talladas, pero para quien vive y
lleva en su corazón la memoria de esta villa, el significado de estos elementos es muy
grande. Y por eso en esta ocasión vamos a tratar de desentrañarlo, aunque sea
parcialmente.
Las armas talladas de Hita proceden de las que se pusieron en templos, en altares, en
dinteles de puertas y mansiones. La mayoría, sin embargo, proceden de las laudas y
lápidas sepulcrales que se hacían tallar, con leyendas escritas y dibujos de blasones,
en las piedras destinadas a sellar las tumbas, y que normalmente se ponían (las de estas
gentes principales) en el interior de los templos.
Los hidalgos de Hita
La mayoría de las más de cuarenta grandes laudas con escudos heráldicos civiles que
aún pueden admirarse en Hita, como parte indiscutible de su patrimonio artístico, son
pertenecientes a hidalgos. Hay que recordar aquí que una de las características de la
sociedad de Hita durante los siglos de su esplendor fue la crecida cantidad de miembros
que poseyó su estado noble, y que apareció a partir de 1492, pues anteriormente a esa
fecha, el burgo de Hita, aunque dominado señorialmente por los Mendoza, mantuvo su
pujanza gracias a la numerosa colonia o aljama judía, que tuvo aquí sus centros
comerciales. La expulsión supuso dos cosas: de un lado, desaparición física, por
alejamiento, de muchos honrados y trabajadores individuos, con sus familias. De otro, la
conversión y regreso de otros tantos, que adoptaron nombres de sus lugares de nacimiento,
o apellidos de sus señores. Además contaron estos conversos con el apoyo de los Mendoza,
siempre favorables a la raza de Moisés, por lo que incluso adquirieron, a lo largo del
siglo XVI, el «status» de hidalguía.
La totalidad de estos «hidalgos» que poblaron Hita en el siglo XVI tenían, junto con
sus familias, el privilegio de exención por pertenecer al estado noble. Así lo hacen
constar repetidamente en sus inscripciones sepulcrales: «los muy nobles caballeros»,
«el noble señor», «hijodalgo de sangre y ejecutoria en posesión y propiedad», «los
magníficos señores», etc. El uso de celadas, lambrequines y cruces de órdenes
militares; la profusión de escudos de armas, de dotaciones pías a la iglesia que los
acoge, etc., hacen de este grupo un curioso y denso mundo de individuos que parecen
ponerlo todo en su vida al servicio de la apariencia y de la constancia de su categoría.
La mayoría de ellos habían alcanzado el estado que les permitía tales ínfulas en el
siglo XV, traídos muchos de éllos por el primer marqués de Santillana. Actuaron como
alcaides de su fortaleza, capitanes o alféreces de sus gentes de armas, administradores
de sus bienes, o simples mayordomos. Este es el origen de buena parte de esta nobleza
nueva y villana de Hita, que reúne tan gran cantidad de ejemplos espectaculares.
La mayoría de estos escudos, tallados en la pálida piedra caliza que existe en torno al
cerro y por la Alcarria, son de estructura «española», que es el nombre que se le da al
campo del escudo que acaba en punta redondeada. Dan todos ellos idea cabal de una forma de
vida, de un régimen social, de unos entronques familiares y de una mentalidad muy
especial. Para quienes, lúcidos investigadores del pasado, sepan leer en éllos, serán
todos un tesoro inigualable. Tallados por un equipo homogéneo de artesanos, la mayoría
presentan una tipología propia que modula la forma clásica del escudo español: la punta
es más aguda, y en la línea superior se alza un apéndice central que la comba en dos
mitades cóncavas y que permite resaltar las esquinas superiores. Es de notar la cantidad
de emblemas mendocinos que aparecen, aun en personajes que por sus apellidos nada parecen
tener en común con el linaje alavés. Sin embargo, la mayoría de estos individuos y sus
familias eran empleados, funcionarios o allegados en diverso grado de los señores de Hita
por excelencia, de los Mendoza duques del Infantado, por lo que a quienes de antes de su
hidalguía no contaban con escudo propio, se le ponían las armas mendocinas en sus
diversas acepciones y antigüedades.
Escudos del apellido Hita
Las armas de Mendoza son fácilmente distinguibles entre todas las que aparecen en la
penumbra del templo de San Juan, en cuyos paramentos bajos se muestran colocadas. En campo
cuartelado en sotuer, el primero y cuarto de sus campos muestran una banda cruzada cuyo
color es el rojo sobre fondo verde. Y en los segundo y tercero campos, de oro, aparecen de
azul las letras de la frase «Ave Maria Gratia Plena». Junto a ellas, independientes o
combinadas formando cuarteles de escudos más complejos, aparecen los emblemas de
apellidos de gran prosapia castellana: las armas de los Ayala, de los Orozco, los Velasco,
Salazar y otros importantes linajes del reino.
Sin embargo, y por no extenderme demasiado en esta ocasión, voy a destacar solamente los
escudos que ofrecen las armas propias de la villa y del apellido de Hita, que aquí nace y
se expande luego por Castilla toda. Las imágenes adjuntas confirmarán lo que ahora digo.
Es quizás el más espectacular (aunque moderna su talla, tras la Guerra Civil) el que
corona el arco de la puerta de entrada a la villa, que lo puso el marqués de Santillana
cuando la mandó erigir, y que representa las armas de Mendoza, pero con el añadido
propio de Hita: se trata de un escudo español partido en sotuer, 1º y 4º cuarteles con
una banda perfilada, y 2º y 3º lisos con la invocación AVE MARIA GRATIA PLENA repartida
entre ambos, añadiendo en su bordura repartidas diez picas o hitos (fig. 1).
Ya entre las laudas que ocupan los muros de la iglesia de San Juan, aparece una que tiene
un bello escudo, de traza simple, pero plenamente expresivo del apellido Hita: es un
escudo español con un estilizado castillo de tres torres, y una bordura en la que lleva
repetidos diez veces los hitos de Hita (fig. 2). Bajo la piedra descansaron los cuerpos de
padre e hijo, o de dos hermanos, de apellido «Sánchez de Hita», muertos en el siglo
XVI. Eran bachilleres y uno se llamaba Fernand Sánchez y el otro Juan Sánchez de Hita.
El segundo escudo de estos personajes es similar al anterior pero el castillo es de una
sola torre, está puesto sobre ondas de agua, y en la bordura aparecen ocho veces los
hitos de Hita, que en este caso están tallados en forma de V (fig. 3).
Más antiguo, del siglo XV, es el escudo que se ve en la lauda de Juan... de Hita, en la
que también aparece tallado un castillo de tres torres y una bordura alrededor con ocho
hitos (fig. 4).
Finalmente, es de admirar el escudo que aparece en la lauda de Diego del Castillo, nieto
de Garci López del Castillo, alférez perpetuo que fue del ejército del marqués de
Santillana destacado en Hita. De esa familia hidalga era este Diego, que muestra un escudo
complejo, en cuyo cuartel superior derecho aparece tallado un castillo de tres torres
rodeado de una bordura de quince picas o hitos (fig. 5).
Estos son algunos de los elementos puntuales, curiosos, de esa gran colección de escudos
heráldicos tallados en las pálidas piedras mortuorias de la iglesia de San Juan de Hita,
y que a pesar de su soledad y silencio están hablando muy alto de las pasadas grandezas y
la densa historia de la villa de Hita.