Se ha hablado, debatido, especulado, y creemos que después
aceptado, que las personas que se descubrieron a sí mismas en nuestra tierra
aunque no hubieran nacido en ella, forman plenamente parte de nuestra sociedad,
que están con nosotros por si y no cubriendo los espacios de aquellas
que hubieron de marchar por imperativos de la vida. Tanto más, si cabe, en el
terreno de la cultura, que es un bien universal, y en este momento en que se
define de nuevo nuestro contexto europeo. Prueba de ello son los textos que
sobre los fundamentos de premios tan importantes como el Stendhal, que pasó a
denominarse Europa y la cultura, se introducen: "Ser europeo es, en primer
lugar, aprender a vivir, en la diferencia, con sus vecinos. Esto significa
dialogar y cooperar, establecer una relación en la que cada uno existe porque
reconoce la existencia de los otros, en la que cada uno se define y expresa
gracias a su cultura, en que cada uno construye su autonomía y su identidad, al
mismo tiempo que reconoce en los otros el derecho y la posibilidad de construir
igualmente su autonomía y su identidad".
No hay asociación de personas cuyo principal deseo no sea
sumar voluntades en torno a conseguir metas cada vez de mayor interés. Hubo un
tiempo en que la meta de nuestros municipios era el propio hecho de crear la
asociación, así de simple y así de complejo, y llegado el momento actual raro
es el pueblo que no cuenta con ella -si es que el exceso de celo no les ha
conducido a crear más de una-, lo que nos sitúa en buscar el siguiente paso,
soñar, si es que un paso en común fuera posible, para que todas las
asociaciones creadas conciban un nuevo sueño que las desarrolle y nos
desarrolle.
¿Es, tal vez, hora de redefinir el asociamiento cultural en
nuestra provincia? Las inquietudes de nuestras asociaciones caminan por
distintos senderos, diferentes intentos, desiguales planos: recuperación de
monumentos, patrimonio rural, costumbrismo, museos rurales, patrimonio
lingüístico, y a veces, sólo, comidas comunitarias. Tal vez cabe un intento
de desbrozar los terrenos y marcar las lindes de lo que corresponde a las
administraciones y lo que queremos para las asociaciones. Tal vez, decimos, y
animamos al debate.
Ideas no faltan, no podían faltar en Hita, cuna
indiscutiblemente atribuida del Arcipreste, quien innovaba la lírica en el
siglo XIV, al presentar las posibilidades del castellano frente al uso del
latín y provenzal.
Y es de la conjunción de estos datos, de la lectura de
"La Troje", y también por ese otro sentido del asociacionismo del que
nos hemos dotado en el título, que surge la idea de preparar desde Hita a
Castilla-La Mancha para los nuevos retos del futuro. ¿Soñar? Sí, soñemos.
Soñemos con una Academia de la Lengua propia, por ejemplo, que no es
irrealizable cuando contamos en nuestras letras con colosos de esa talla.
Ángeles Yagüe Gordo
Diputada de Cultura, Juventud y Deportes
de la Excma. Diputación Provincial de Guadalajara