Tan sólo el paso del tiempo permite analizar la Historia
desde una perspectiva amplia, con voz serena y mano firme sabedora de colocar
cada punto sobre su i, lejos ya de la palabra irreflexivo y la sentencia hecha
con premura y gratuidad. Por eso quince años de Asociación dan para hacer
acopio de aciertos y errores, cada cual los agite en su coctelera particular y
saque balance de lo que han supuesto para nuestro pueblo, y busque - pienso yo -
comparativa racional alguna que nos sitúe en un puesto de cola bajo los
parámetros de la funcionalidad y el dinamismo, que ya toca analizar los hechos
con objetividad.
Hagamos memoria. La Asociación Cultural "Arcipreste de
Hita" comenzó su andadura cuando un servidor tan sólo contaba nueve años
de edad; sin embargo, me queda el recuerdo de mis pinitos como actor en el grupo
teatral "Los Gatos", sobre aquél escenario fabricado al efecto por
nuestros mayores que nosotros mismos - brocha en mano - engalanábamos con
improvisados decorados. El pueblo, nuestro pueblo, en algo empezaba a cambiar.
Las cabalgatas, la Troje como medio de difusión escrita, las reivindicaciones
socioculturales, la fiesta del Gallo, los certámenes poéticos, el
acondicionamiento del tele-club o los inicios de la Asociación como ente
colaborador del Festival Medieval, son algunas de las actividades que ocuparon
el primer lustro de historia asociativo en nuestro pueblo, lo cual demuestra que
se empezó pisando fuerte, más si se piensa que se partía desde la nada. Y
para dar continuidad a esta labor incipiente se ofreció un nuevo grupo de
jóvenes, lo cual supuso un nuevo balón de oxígeno que dura casi hasta
nuestros días, en que ya encontramos una Junta Directiva renovada casi al
completo -curiosamente también por jóvenes, no consta que ninguno se flagele
por ello. Sin embargo, siempre ha habido problemas para completar las Juntas
Directivas, y no vamos a hablar de la importancia que tiene para un ente como el
nuestro la renovación de sus cargos. Esa también toca analizarla.
Hagamos por tanto un inciso para la reflexión.
Preguntémonos si la actividad asociativa puede servirnos como vía alternativa
a la inactividad de tantos pueblos condenados al letargo; preguntémonos si aún
somos capaces de reaccionar para ofrecer a los más pequeños un lugar donde
puedan dar rienda suelta a sus inquietudes, o si preferimos precipitarnos hacia
el ocaso, hacia la charla del bar y la vida fantasmal del fin de semana.
Mientras pensamos, nuestra Asociación turístico-cultural
-al igual que la mayoría de adolescentes de quince años- siente ganas de vivir
y de alcanzar la mayoría de edad para volar más alto. Las actividades
antedichas, excursiones, conferencias, exposiciones, actividades nuevas que
buscan su consolidación como los conciertos medievales, la futura ubicación en
la Plaza del Arcipreste de un reloj solar, hablan por sí mismas del
funcionamiento de la Asociación.
¿La espina? Las Asambleas Ordinarias y Extraordinarias
carentes de socios pese a las cartas y ruegos de las Juntas solicitando su
presencia; y aquí está el verdadero Talón de Aquiles que puede hacer peligrar
nuestro futuro asociativo.
Por lo demás, os confieso que he sido egoísta en los
momentos en que he participado de una manera más activa dentro de la
Asociación, pues no siempre fue por altruismo sino también porque me permitió
-junto a tantos amigos- enriquecerme culturalmente, aprender a convivir y
desarrollar mi personalidad. Por ello animo a aquellas personas con
inquietudes a que las canalicen a través de la Asociación Cultural.
Agitemos la coctelera, hagamos balance y lleguemos a una
conclusión. Absténganse de realizar este ejercicio quienes nunca supieron
aceptar una crítica, eso es pensamiento único, la Asociación es otra cosa. Y
desengañémonos, el socio ha de participar no sólo con su cuota, también con
su compromiso, y en éste momento nuestra calidad de socios es un llamamiento a
la reflexión. Yo lo resumiría así, hablar de Asociación es hablar del pueblo
que queremos construir; pero si aun no estamos convencidos agitemos la
coctelera y sigamos agitando. Al final, quince años lo dicen todo.
Víctor Gil Moraleda