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Conciencia Colectiva |
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Hace tiempo que en mi cerebro revolotea la idea de escribir en La Troje
sobre un tema sociológico. Mis carencias culturales y mis dudas a no saber explicarme
así como a ser mal interpretado por algunos, han impedido que cogiera papel y lápiz con
anterioridad. Hoy me introduzco en ese mundo de los comportamientos sociales, complicado e
íntimo, donde las personas ejercen su libertad para proyectar sus ideas, sus inquietudes
o sus afanes, enriqueciendo así su personalidad social.
Desde siempre, dependiendo de la época y lugar, del desarrollo cultural, político,
religioso, ciudadano, etc., las personas, seres inclinados a vivir en sociedad, por tanto
sociales, han tratado de dar respuesta a esas inquietudes, agrupándose, relacionándose,
es decir asociándose. Desde siempre también, en todo lugar se han sufrido los recortes,
cuando no las represiones contra el ejercicio de muchas de esas inclinaciones naturales.
Creo tener razón si afirmo que en la medida que no se reprime y se ejercita esta
libertad, los Pueblos se desarrollan y vertebran mejor y más socialmente. Quizás sea
necesario decir que al hablar de estas libertades me estoy refiriendo a aquellas que nos
hemos impuesto a nosotros mismos.
Tenemos la suerte de vivir en un País donde al menos formalmente estas libertades están
garantizadas, si bien en la práctica nos podemos encontrar con todo tipo de
inconvenientes para desarrollarlas y que no voy a entrar en analizar, pues no es el motivo
de este artículo.
Lo que se pretende, con mas osadía que buena literatura, es provocar en el lector el
análisis, la evaluación, la importancia que puede tener para los países, para los
pueblos o para las comunidades, el nivel de desarrollo de la conciencia colectiva.
No deseo entrar en análisis políticos, religiosos, ni tampoco en asociaciones de
carácter privado. Sólo se pretende un ligero repaso en ese otro gran movimiento cuyo
cometido es sostener proyectos sociales y culturales, altruistamente, sin que ello quiera
decir que esos otros grupos no estén animados por una alta componente social.
Pues bien, vemos que algunos de esos grupos a los que quiero referirme han adquirido un
rango internacional. Unos ejemplos: Cruz Roja o Media Luna (su labor se desarrolla en el
socorro o ayuda humanitaria, sobre todo en los conflictos bélicos). Cáritas (asociación
externa de la Iglesia Católica y que se dedica a actividades de caridad en múltiples
ámbitos). Greenpeace (surge para defender el derecho que las personas tienen a que la
naturaleza no sea degradada). Surgen otros tipos de necesidades en la sociedad moderna
como la creación de bancos de sangre o la necesidad de órganos humanos y
automáticamente surgen personas que donan, divulgan o fomentan medios que tratan de
paliar esas carencias.
La reflexión se hace inevitable. Por ejemplo: ¿es suficiente la respuesta del colectivo
del país en estas u otras demandas? Por ejemplo: ¿el nivel de colaboración de nuestro
país está al mismo nivel del de los países de nuestra área social?
Sin entrar en números ni detalles todas las estadísticas muestran que España está a un
nivel inferior, económica, cultural y socialmente, también en el caso que nos ocupa de
concienciación colectiva.
Pero sigamos. Observamos que junto a esas grandes organizaciones, se crean otras
asociaciones de orientación múltiple y variada, que se organizan a nivel estatal
mediante federaciones, otras de tipo regional y más localistas, para terminar en esas
pequeñas, casi testimoniales asociaciones que nacen en pequeñas localidades como los
pueblos de nuestra provincia. No por pequeñas menos necesarias por ser cancha para el que
desee desarrollar o sostener alguna actividad cultural o social.
La cantidad y calidad de este tipo de participaciones bien podría ser el reflejo de la
conciencia colectiva de un país, de una ciudad o de un pueblo. Como vemos las personas
optan libremente según el momento, el lugar o circunstancia, participar en la sociedad de
múltiples maneras.
Si nos circunscribimos al pequeño colectivo que es nuestro Pueblo, se puede hacer una
reflexión sobre el nivel de participación colectiva en y para el Pueblo sin que ello
suponga una crítica hacia nada ni hacia nadie.
De nuevo otras reflexiones. Por ejemplo: ¿el nivel de participación en la organización
de las fiestas de los Toros, desde décadas, ha sido suficiente? Por ejemplo: ¿es
suficiente el nivel o el celo desde décadas, por conservar el patrimonio o porque no lo
devore la carcoma? Por ejemplo: ¿la restauración del Arco enmarcado en un Conjunto
Histórico Artístico, desde décadas también, ha sido suficientemente reivindicado? Por
ejemplo: ¿es suficiente que en la historia moderna de este Pueblo, tan sólo haya habido
un vago intento en el estudio, digo bien, en el estudio de la construcción de una
piscina? Por ejemplo la inmensa mayoría cree que la Asociación es conveniente, ¿pero es
suficiente el nivel de participación? Por ejemplo: ¿podría ser una respuesta válida a
nuestro interés por la cosa pública el nivel de asistencia a los plenos del
Ayuntamiento?.
La respuesta en uno u otro sentido siempre será relativa pues como decía, todo ello
estará en función de las circunstancias existentes en cada momento. Si aceptáramos que
nuestro interés por lo público, por lo comunitario o por lo social no sea lo
razonablemente deseable ¿cuál sería la razón o motivo? Sin duda nada es por
casualidad. Lo difícil es saber por qué.
Yo no me atreveré a aseverar nada, si acaso, a dejar una vez más una reflexión en el
aire.
Creo que es un hecho demostrado que las gentes del mundo rural somos, para bien o para
mal, tremendamente conservadores en los hábitos, en la forma de vivir. Tan es así que
cualquier comportamiento diferente de la rutina establecida estará mal visto, incluso
será criticado y el miedo a ser señalado por el dedo acusador, el miedo a desnudar
nuestra personalidad donde todos nos conocemos es un envite difícil de superar.
He de decir que los mayores, entre los que me incluyo, difícilmente escaparemos de esta
inhibición voluntaria. Si bien de la juventud, sin ataduras del pasado y a pesar de los
choques generacionales, hay que esperarlo todo. Ellos, grandes receptores de su época han
demostrado no ser indiferentes. Con el espectacular desarrollo de las comunicaciones y la
información tienen medios y tiempo para "engancharse" en lo positivo. Por parte
de los mayores es una obligación posibilitar estos y no otros "enganches".
En cualquier caso las cosas son como son, y nadie tiene derecho a cambiar a nadie. Otra
cosa es una opinión. Mi modesta opinión.
Gerardo Gil Sanz.
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