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Gente Menuda, Menuda Gente |
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La verdad es que si hay situaciones que me hagan
reír son las protagonizadas por los niños. Son una auténtica
sorpresa vistos desde una perspectiva exterior y quizás distinta
a la que pueda observar un padre hacia su hijo. Un niño
sorprende a cada instante; es un perpetuo misterio. ¿Por qué
rechazan hoy lo que les apeteció ayer? ¿Por qué les interesa
ahora lo que desdeñaron anteriormente? Cuando todavía son
pequeñitos, unos días te hablan con la vergüenza reflejada en
el rostro, otros días con toda naturalidad. Es la edad del por
qué... ¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro? Se lo preguntan
todo. Los niños cuando encuentran su sitio y su medio de
entretenimiento lo disfrutan al cien por cien sin desviar su
mente en otro asunto. Se ríen de todo, te preguntan sin pudor,
se extrañan, reflexionan cuando algo no les cuadra, imitan lo
que creen que les beneficia, critican sin pensar en consecuencias
y, sobre todo, miran por ellos mismos. Es increíble como las
personas en su niñez son tremendamente egoístas pero, sin
embargo, es un egoísmo tierno e ingenuo. Generalmente, los
niños en sus primeros años tienen unas cuantas novias/os para
luego, posteriormente (entre ocho y doce años) no tener
ninguna/o e incluso afirmar abiertamente que no les gusta el sexo
contrario. Lo curioso es que, aunque cada uno no tiene un
novio/a, sí se preocupan de buscárselo al compañero siendo,
normalmente, con la persona menos agraciada físicamente con el
fin de jocosearse del amigo...
...¡Sábado 20 de julio!", los niños de nuestro
pueblo disputan un partido en Cogolludo. Derrochan energía,
esfuerzo, ilusión... Se observa en sus caras cierto nerviosismo;
se han pasado toda la semana entrenando e incluso alguno de ellos
comenta que la noche anterior no ha pegado ojo pensando en el
partido. Me dice uno de ellos, como si no se lo creyese:
"¿Va a empezar ya el partido?". No ha tenido tiempo de
pensar otra cosa en la última semana; el partido ha ocupado toda
su atención y, en ese momento, es lo que más le interesa en el
mundo. Todos manifiestan hasta la saciedad que quieren jugar, no
les da miedo. Acaba el partido y el resultado ha sido a su favor.
El triunfo lo saborean al máximo, son felices. En fin, los
niños me dan alegría cuando los veo sonreír. Tengo esperanza
que en el futuro ellos sepan distinguir entre el buen y el mal
camino, que no les invada la tan generalizada y despreciable
envidia, que sean personas reflexivas en contra de la
intransigencia y la obcecación, que no vean a una persona de
otro color o raza distinta a nosotros, que no tengan prejuicios
porque una persona sea homosexual... En fin, que no compartan
aspectos que nuestra sociedad arrastra y que todavía se
mantienen. ¡Cómo son! O, mejor dicho, ¡cómo hemos sido!
Alberto Rojo.
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