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nº 15 Diciembre 1996

Gente Menuda, Menuda Gente

La verdad es que si hay situaciones que me hagan reír son las protagonizadas por los niños. Son una auténtica sorpresa vistos desde una perspectiva exterior y quizás distinta a la que pueda observar un padre hacia su hijo. Un niño sorprende a cada instante; es un perpetuo misterio. ¿Por qué rechazan hoy lo que les apeteció ayer? ¿Por qué les interesa ahora lo que desdeñaron anteriormente? Cuando todavía son pequeñitos, unos días te hablan con la vergüenza reflejada en el rostro, otros días con toda naturalidad. Es la edad del por qué... ¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro? Se lo preguntan todo. Los niños cuando encuentran su sitio y su medio de entretenimiento lo disfrutan al cien por cien sin desviar su mente en otro asunto. Se ríen de todo, te preguntan sin pudor, se extrañan, reflexionan cuando algo no les cuadra, imitan lo que creen que les beneficia, critican sin pensar en consecuencias y, sobre todo, miran por ellos mismos. Es increíble como las personas en su niñez son tremendamente egoístas pero, sin embargo, es un egoísmo tierno e ingenuo. Generalmente, los niños en sus primeros años tienen unas cuantas novias/os para luego, posteriormente (entre ocho y doce años) no tener ninguna/o e incluso afirmar abiertamente que no les gusta el sexo contrario. Lo curioso es que, aunque cada uno no tiene un novio/a, sí se preocupan de buscárselo al compañero siendo, normalmente, con la persona menos agraciada físicamente con el fin de jocosearse del amigo...
...“¡Sábado 20 de julio!", los niños de nuestro pueblo disputan un partido en Cogolludo. Derrochan energía, esfuerzo, ilusión... Se observa en sus caras cierto nerviosismo; se han pasado toda la semana entrenando e incluso alguno de ellos comenta que la noche anterior no ha pegado ojo pensando en el partido. Me dice uno de ellos, como si no se lo creyese: "¿Va a empezar ya el partido?". No ha tenido tiempo de pensar otra cosa en la última semana; el partido ha ocupado toda su atención y, en ese momento, es lo que más le interesa en el mundo. Todos manifiestan hasta la saciedad que quieren jugar, no les da miedo. Acaba el partido y el resultado ha sido a su favor. El triunfo lo saborean al máximo, son felices. En fin, los niños me dan alegría cuando los veo sonreír. Tengo esperanza que en el futuro ellos sepan distinguir entre el buen y el mal camino, que no les invada la tan generalizada y despreciable envidia, que sean personas reflexivas en contra de la intransigencia y la obcecación, que no vean a una persona de otro color o raza distinta a nosotros, que no tengan prejuicios porque una persona sea homosexual... En fin, que no compartan aspectos que nuestra sociedad arrastra y que todavía se mantienen. ¡Cómo son! O, mejor dicho, ¡cómo hemos sido!

Alberto Rojo.


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